sábado, 21 de enero de 2017

¿Y para qué te quedas? La Mujer Rota de Simone De Beauvoir

De la instalación "Death Be Kind", por Martha McDonald

¿Para qué se queda Monique?

Su esposo Maurice no la ha dejado, no puede dejarla, pero se encuentra varias veces a la semana con su amante, Noëllie. Y Monique no puede soportarlo, pero tampoco puede dejar a Maurice.

Mientras leía le hice esa pregunta muchas veces a la narradora, furiosa y triste, como si yo misma fuera una amiga preocupada, porque el amor de un hombre por el que había puesto en pausa su vida entera sin recibir a cambio la misma devoción no podía valer tanto.

La propia Monique no lo entiende: se dice que se irá en cuanto entienda por qué Maurice ya no la ama, que se quedará sólo para no entragárselo a Noellie, que morirá, que vivirá. Consulta médicos y astrólogos indiscriminadamente. Su vida con Maurice, aunque limitante para una mujer inteligente, no se compara al sinsentido que es la vida sin él.

Y sin embargo, creo que lo que la mantiene allí no es el amor. Monique se pregunta por el amor, por Maurice, por su amante, por sus cualidades y defectos todo el libro: la única cosa por la que no se pregunta es su propia identidad.

El 5 de marzo, después de que Maurice le comunica que quiere irse de la casa, y que su psiquiatra le sugiere a Monique que esto podría ser bueno, ella resume la cita con fastidio:


"...después comenzó a embrollarme con historias de personalidad perdida y reencontrada, de distancia a tomar, de retorno a sí mismo. Cuentos." (p. 138)
Fue con el psiquiatra para que este le dijera quién era ella, quién era Maurice, y quienes eran ellos dos juntos. Fue para que le dijera qué había hecho mal, tal vez para sentirse mejor, tal vez para usar esa información para recuperar a su esposo.

Monique no se da cuenta, pero lo que está buscando desesperadamente, tanto en esa visita al psiquiatra como a lo largo de la historia, es un espejo. Hasta ese punto de su vida, su esposo lo era: ella era Monique-objeto-del-amor-de-Maurice, y de ese rol se desprendía su identidad. Perdido este rol, Monique se pierde a si misma.

Tristemente, ella misma lo sospechó 38 páginas antes de la visita al psiquiatra; la epifanía aparece por un momento, sólo para hundirse nuevamente. Monique está en negación.

No puedo culparla. No me imagino nada más difícil que aceptar que no es amor, sino dependencia, lo que me une a mi esposo de más de veinte años. Ni nada más desgarrador que descubrir que he estructurado mi yo en torno a su afecto, y que sin él no se quién soy.

"No me veía a mí misma más que por sus ojos: una imagen demasiado halagadora quizá, pero [en] la cual, a grandes rasgos, me reconocía. Ahora me pregunto: ¿A quién ve?" (p. 100)



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